Uno de los autores que he descubierto recientemente asegura que "el ritmo alterado en el que se mueve nuestra sociedad está configurando niños alterados". José María Toro es quien firma esta aseveración en un capítulo de su libro "Educar con co-razón" que ha llamado "Lentificación, silencio y paciencia". Toro ha escrito otros libros en los últimos años, pero este, que editó por primera vez en 2005, es su libro estrella, del que se han publicado reediciones todos los años desde entonces. Este mío es del año pasado.
José María Toro es maestro. Ahora en excedencia voluntaria porque se dedica a ofrecer charlas y talleres sobre su forma de impartir y enfocar la educación. El suyo me ha parecido un libro que rebosa sensibilidad por los cuatro costados y, sin tratar de convencer, comparte alternativas educativas para docentes y padres y madres que buscan respuestas a los muchos y profundos interrogantes que la difícil tarea de educar les plantea día a día. Para Toro, "ser maestro es algo más que enseñar". Le gusta "jugar" con las palabras. Que se entienda "jugar" en el mejor sentido del término. Me refiero a ese intercambio que hace de letras o sílabas, o a ese guion que intercala en medio de un vocablo, buscando la raíz etimológica o tratando de mostrarnos que las palabras encierran en su escritura misma, en su expresión escrita, todo un universo de sentidos. Para entenderlo bien, es mejor leerse el libro.
En el capítulo que expongo al principio, cuenta que "poco a poco" fue aprendiendo a "no tener prisa", y cómo fue haciendo "el ritmo de la clase más lento". Él lo denomina "lentificación", un "ritmo sostenido, relajado pero intenso". Y asegura que "lentificar la dinámica no significó una reducción o un empobrecimiento del nivel o la intensidad con la que se desarrollaban las actividades" con sus alumnos, sino que más bien ocurrió todo lo contrario.










