Descanser en Otoño.
(Editorial Desclée de Brouwer. 3ª edición)
Cada año, al empezar el
otoño, se nos invitan, una vez más, a la danza del desprendimiento, una
coreografía que podemos interpretar sobre todo lo que conforma el escenario de
nuestro cotidiano: en las diversas habitaciones de nuestra casa, en los muebles
y estanterías, en los cajones y en los archivos y carpetas.
No es extraño que para
sintonizar con el otoño tengamos que ir contracorriente ya que la publicidad se dedica todo
el mes de septiembre a incitarnos al coleccionismo más variado e inimaginable.
La energía del otoño nos advierte que entramos en una estación para “descoleccionar”, para soltar,
descargarnos y desprendernos de papeles, músicas, recuerdos y objetos.
Llevo tiempo entrando en
esta dinámica otoñal y cada año me desprendo de más cosas; este año he soltado
algunas que resistieron al ímpetu con el que soplaron mis vientos de desapego y
descarga en el otoño anterior.
En el descanso se activan
dentro de mí huracanes de una gran fuerza dispuestos a llevarse consigo lo que
ya no me sirve, no me es útil o incluso me estorba y dificulta.
Todo peso o carga que no
facilita es un estorbo; todo lo que ocupa un espacio está impidiendo que “algo
nuevo” pueda ocupar dignamente su lugar. Sé que cajones, estanterías, muebles o
estancias repletos de cosas amontonadas, en exceso y en desorden no son mero
decorado, constituyen realidades energéticas que afectan a mi propio sistema de
energía: mi mente, mi emoción, mi actividad..... todo ello también se
sobrecarga, se desordena y se satura.
Lo he repetido muchas veces:
la saturación es enemiga de la plenitud.
Tener no implica ser.
Los árboles pronto nos lo
recordarán de nuevo: es preciso el gesto supremo del desprendimiento, un
retorno a la austeridad en la que, soltadas las hojas de las ramas y vaciados
los espacios de nuestro interior y de nuestro entorno, nos quedamos con lo
esencial, con lo imprescindible. Este desprendimiento de ahora es el
prerrequisito necesario para acceder en el invierno a lo profundo, a lo
verdadero y necesario; es la condición ineludible para acceder a las raíces más
hondas o posibilitar nuevas semillas.
Podemos sintonizar con la
energía y espiritualidad de la estación
otoñal; para ello soplemos sobre las vivencias pasadas que todavía nos amarran
e impiden volar hacia nuevos cielos.
Soplemos también con fuerza
y determinación sobre las cosas presentes aún y que ya han dejado de ser
regalos para convertirse en ataduras.
Sopla, sopla....
suelta.....despréndete....... y verás como, al igual que en el gesto sagrado de
respirar, muy pronto una brisa de aire fresco entrará de nuevo y lo renovará
todo. Otoño es la estación del viento, del soplo.
El infinitivo por excelencia
del otoño es soltar. Su energía y espiritualidad giran en torno a estos
movimientos: soltar, descargar, desprenderse y desapegarse.
PRIMAVERA OTOÑO
Crear espacios (= pujar, abrir) Despejar espacios (=
soltar)
Es preciso descansar para soltar
y “descargarnos” de los excesos de trabajo, de responsabilidades, de
tensiones... y de cualquier “peso” que no nos corresponda.
La descarga, como ya vimos
en el capítulo dedicado a ella, siempre nos procura un alivio, un descanso.
La descarga que nos procura
el descanso en el silencio ha de abrirnos y encaminarnos hacia una nueva
actitud, hacia un nuevo modo de estar y de hacer en el que pasamos de “cargar”
a “hacernos cargo”.
Cada otoño sigue
“descargando” tu agenda, tus calendarios, tus habitaciones, tus muebles y
estanterías.
Escucha algunos momentos tu
cuerpo y deja que te revele sus propias cargas. Discierne y mira las cargas,
los pesos, las responsabilidades, las tareas,... que no te pertenecen. Y
suéltalas.
Y, al mismo tiempo, hazte
cargo, gozosa e inteligentemente, de aquello en lo que puedes aportar lo mejor
de tus energías.
“ En cada hoja de otoño se condensan todos los
cansancios del verano, todos los reposos del invierno y las promesas de futuro
del brote de una próxima primavera. Ese brote contendrá dentro de sí la
plenitud del verano, la caída del otoño y el vacío silencioso del invierno.
Cada gesto cotidiano es una hoja que cae, impulsada por el viento del espíritu,
para posibilitar la renovación de aquello que le sigue”.
Continúa observando, durante todo el tiempo de otoño:
tu agenda, tus calendarios.... y ve dejando ya minutos,
horas, momentos, días...... vacíos.
tus habitaciones, tus muebles y estanterías.... y permite que puedan verse espacios despejados
en tu mobiliario, en los estantes y cajones
Escucha algunos momentos tu cuerpo y deja que te revele sus
propias cargas …….y discierne y mira las
cargas, los pesos, las responsabilidades, las tareas,... que no te pertenecen.
Deja de acumular, de coleccionar....
y comienza a ver de qué puedes desprenderte.
Al mismo tiempo estarás
despejando, liberando tus circuitos internos,
tu mente, tu corazón.
El Otoño es el inicio del camino de retorno hacia dentro.
Marca un comienzo, como la primavera, pero a base de Soltar, Quitar.
Los árboles se despojan de su ropaje externo.
Pierden las hojas pero mantienen su estructura.
Desprenderse de lo que sobra o estorba nos prepara para la renovación.
El descanso en este tiempo de embargo y liquidación nos invita a soltar
y soltarnos.
Contemplar el soltarse de las hojas puede ser acogido como un
recordatorio, una invitación
a descansar en el desprendimiento, en el evitar las sobrecargas y la
saturación,
en quedarnos con lo fundamental.
En
Otoño..... simplemente....... DESCANSA EN EL SILENCIO.
JOSÉ MARÍA TORO. Maestro. Escritor. Formador y conferenciante.
Autor, entre otros, de:
"El pulso del cotidiano. Ser-Hacer-Vivir-Realizarse" (2017) http://bit.ly/2C4Fm8N