Cuando la escuela no “celebra” la paz
sino que la “cerebra”.
(Una
mirada crítica
sobre
la celebración del Día de la Paz)
Conscientemente escribo este
texto el 31 de enero.
Ayer se celebró en miles de
centros educativos el “día de la paz”. Se ha convertido en una celebración de
“obligado cumplimiento”. Por eso quiero advertir del riesgo de la mecanización,
de la rutina (aun cuando este día suele romper la rutina de jornadas que se
repiten del mismo modo y manera) y sobre todo del peligro de que las celebraciones
queden en meras “cerebraciones”, es decir, en reflexiones teóricas, en
discursos ideológicos o en manifiestos rimbombantes.
Resulta
paradójico e incluso sospechoso que, en no pocas ocasiones, maestros y niños
terminan cansados y tensos como consecuencia de los actos y actividades que se
organizan para el Día de la Paz.
Pero
la paz no es un concepto, es un estado de nuestra mente, de nuestros tejidos,
de nuestro emocionar. La paz hay que llevarla no a las paredes y muros de los
centros, a los escenarios o pancartas sino a los ojos, a las miradas, a los
músculos o a la manera de respirar de los niños. La paz solo podemos
recuperarla dentro porque la paz no es sino
una fragancia del corazón.
Tal
vez habría que compaginar la celebración del día de la paz con la expresión y
el festejo de la paz de todos los días. Una paz que también alcanza al
currículum, a los contenidos, a las programaciones, a las tareas
burocráticas y administrativas, a los
horarios e incluso a las reuniones entre profesores o con las familias.
Por eso estoy proponiendo,
entiéndaseme bien, pasar “del día de la
paz” a “la paz de todos los días”.
En la prensa leo: “Loa alumnos
de....... salen al patio y a la calle para celebrar el día de la paz”. Creo que
la paz se celebra no “saliendo a”, sino “entrando” en el propio corazón.
Por supuesto que podemos
celebrar con otros la paz en los patios, calles y plazas, pero a condición de
que primero hayamos sembrado la paz en nuestro interior.
Veo los carteles y murales que
pueblan los colegios para conmemorar este día. Casi todos hablan de la paz como
sinónimo de ausencia de conflicto, de negación de la violencia y de supresión
de las guerras.
Casi siempre la paz referida a
los espacios de relación interpersonal y social.
Sin negar todo lo anterior
quiero orientar la mirada hacia otra de las orillas del mar de nuestra
convivencia. El conflicto no es negativo o, al menos, no tiene por qué serlo
necesariamente. El conflicto es consustancial a la vida, a las relaciones
humanas y es una gran fuente de crecimiento, si sabemos gestionarlo y
conducirlo adecuadamente. Confundimos conflicto y violencia. Han contribuido a
esto los medios de comunicación cuando
se hablaba del “conflicto vasco” refiriéndose al terrorismo o del “conflicto en
oriente medio” como sinónimo de la guerra entre israelíes y palestinos.
Suele decirse que “la paz es fruto de la justicia”. Cada
vez más siento como una gran verdad justamente la formulación inversa: “la justicia es fruto de la paz”.
Y es que no suele abordarse
como trabajo para la paz la eliminación de los conflictos, tensiones y
violencias que cada uno llevamos dentro. Junto a esa paz en las relaciones con
los otros y con el mundo, incluso previa a dicha paz interpersonal, hay que
abordar la pacificación del propio corazón porque es éste el motor que bombea
la sangre de nuestro emocionar y que sostiene el latido y el pulso de nuestras
interacciones con los demás y en el mundo.
La
cuestión decisiva es la pacificación del maestro y de los alumnos y la
paz que se respira de manera abierta y natural en los diversos espacios y
dinámicas desarrolladas por el centro: la amplitud de las aulas, el número de
alumnos por clase, la decoración y ambientación del centro, los niveles de
ruido, las relaciones entre el profesorado, el estado personal de cada uno de
los miembros de la comunidad educativa…. son aspectos que terminan modulando,
de manera significativa, la atmósfera pacífica de un grupo humano, de un aula e
incluso de todo un centro educativo.
Llevo
años proponiendo como dinámica fundamental la incorporación de la paz.
No se trata de realizar el 30 de enero un sinfín de tareas y actividades en
torno a la paz, sino en reconocerla como un espacio interior, como una actitud
global, como una atmósfera en la que habitualmente se respira y como un valor
que ha de encarnarse en los saludos, en las miradas, en las caricias, en las
palabras, en las formas como se abordan y realizan las tareas, en los gestos y
movimientos, incluso en algo tan concreto y específico como la manera de usar
el lápiz o de guardar las cosas en la mochila.
Los
niños se educan no con lo que decimos sino con lo que nos ven que hacemos y
vivimos de manera natural, espontánea y habitual. Nuestro modo de presencia y
la calidad de las acciones que derivan de ella configuran una “atmósfera” que
el niño respira de manera continuada y que acaba incorporando casi sin darse
cuenta.
Hablar
de incorporación de las actitudes
y valores es retomar y abordar de manera clara, precisa y consciente el
cuerpo como el espacio por excelencia para el cultivo y desarrollo de la
interioridad. Se hará necesario e imprescindible un cierto movimiento de
traslación del foco de atención y del lugar habitual de trabajo, desde los
papeles, ya sean libros, cuadernos o fichas y desde las pantallas, hacia el
cuerpo del alumno.
Además de pintar y recortar la
paloma de Picasso, de recitar poemas y cantar canciones sobre la paz, de proclamar manifiestos y salir en procesión
de paz, junto a todo eso, hemos de relajar las tensiones musculares de nuestros
niños y jóvenes, ablandar sus ojos, devolverles a una respiración más profunda,
vivir el trabajo cotidiano “sin prisas..... y con pausas”. “A la paz por la pausa”.
También hay que pacificar los
curriculums, los horarios y las metodologías. También las caras de los
educadores han de ser espacios de paz, espejos transparentes de un alma serena,
pacificada y enamorada de lo que hace.
No se trata de abordar la paz “porque
toca” el 30 de enero sino “dejarnos tocar por ella”, aquí, ahora, en cada
instante, siempre.
¡FELIZ PAZ DE TODOS LOS DÍAS!
JOSÉ MARÍA TORO. Maestro. Escritor. Formador y conferenciante.
Autor, entre otros, de:
"Educar con Co-razón" (19ª ed.) http://bit.ly/2E9xt87
"La Sabiduría de Vivir" (4ª ed.) http://bit.ly/2nRusOR
"Descanser. Descansar para Ser" (3ª ed.) http://bit.ly/2scCib8
"La Vida Maestra" (2ª ed.) http://bit.ly/2gY46JQ
"Mi alegría sobre el puente.Mirando la vida con los ojos del corazón" (2015) http://bit.ly/2GZKaAi
"El pulso del cotidiano. Ser-Hacer-Vivir-Realizarse" (2017)
publicados por la Editorial Desclée de Brouwer.
Ed. Walters Kluwer.