jueves, 31 de enero de 2019

¿Celebrar o Cerebrar la Paz? Una mirada crítica sobre la celebración del Día de la Paz.


Cuando la escuela no “celebra” la paz
sino que la “cerebra”.
(Una mirada crítica
sobre la celebración del Día de la Paz)

Conscientemente escribo este texto el 31 de enero.
Ayer se celebró en miles de centros educativos el “día de la paz”. Se ha convertido en una celebración de “obligado cumplimiento”. Por eso quiero advertir del riesgo de la mecanización, de la rutina (aun cuando este día suele romper la rutina de jornadas que se repiten del mismo modo y manera) y sobre todo del peligro de que las celebraciones queden en meras “cerebraciones”, es decir, en reflexiones teóricas, en discursos ideológicos o en manifiestos rimbombantes.

Resulta paradójico e incluso sospechoso que, en no pocas ocasiones, maestros y niños terminan cansados y tensos como consecuencia de los actos y actividades que se organizan para el Día de la Paz.

Pero la paz no es un concepto, es un estado de nuestra mente, de nuestros tejidos, de nuestro emocionar. La paz hay que llevarla no a las paredes y muros de los centros, a los escenarios o pancartas sino a los ojos, a las miradas, a los músculos o a la manera de respirar de los niños. La paz solo podemos recuperarla dentro porque la paz no es sino  una fragancia del corazón.

Tal vez habría que compaginar la celebración del día de la paz con la expresión y el festejo de la paz de todos los días. Una paz que también alcanza al currículum, a los contenidos, a las programaciones, a las tareas burocráticas  y administrativas, a los horarios e incluso a las reuniones entre profesores o con las familias.

Por eso estoy proponiendo, entiéndaseme bien, pasar “del día de la paz” a “la paz de todos los días”.

En la prensa leo: “Loa alumnos de....... salen al patio y a la calle para celebrar el día de la paz”. Creo que la paz se celebra no “saliendo a”, sino “entrando” en el propio corazón.
Por supuesto que podemos celebrar con otros la paz en los patios, calles y plazas, pero a condición de que primero hayamos sembrado la paz en nuestro interior.

Veo los carteles y murales que pueblan los colegios para conmemorar este día. Casi todos hablan de la paz como sinónimo de ausencia de conflicto, de negación de la violencia y de supresión de las guerras.
Casi siempre la paz referida a los espacios de relación interpersonal y social.

Sin negar todo lo anterior quiero orientar la mirada hacia otra de las orillas del mar de nuestra convivencia. El conflicto no es negativo o, al menos, no tiene por qué serlo necesariamente. El conflicto es consustancial a la vida, a las relaciones humanas y es una gran fuente de crecimiento, si sabemos gestionarlo y conducirlo adecuadamente. Confundimos conflicto y violencia. Han contribuido a esto los medios de comunicación  cuando se hablaba del “conflicto vasco” refiriéndose al terrorismo o del “conflicto en oriente medio” como sinónimo de la guerra entre israelíes y palestinos.
Suele decirse que “la paz es fruto de la justicia”. Cada vez más siento como una gran verdad justamente la formulación inversa: la justicia es fruto de la paz.

Y es que no suele abordarse como trabajo para la paz la eliminación de los conflictos, tensiones y violencias que cada uno llevamos dentro. Junto a esa paz en las relaciones con los otros y con el mundo, incluso previa a dicha paz interpersonal, hay que abordar la pacificación del propio corazón porque es éste el motor que bombea la sangre de nuestro emocionar y que sostiene el latido y el pulso de nuestras interacciones con los demás y en el mundo.

La cuestión decisiva es la pacificación del maestro y de los alumnos y la paz que se respira de manera abierta y natural en los diversos espacios y dinámicas desarrolladas por el centro: la amplitud de las aulas, el número de alumnos por clase, la decoración y ambientación del centro, los niveles de ruido, las relaciones entre el profesorado, el estado personal de cada uno de los miembros de la comunidad educativa…. son aspectos que terminan modulando, de manera significativa, la atmósfera pacífica de un grupo humano, de un aula e incluso de todo un centro educativo.

Llevo años proponiendo como dinámica fundamental la incorporación de la paz
No se trata de realizar el 30 de enero un sinfín de tareas y actividades en torno a la paz, sino en reconocerla como un espacio interior, como una actitud global, como una atmósfera en la que habitualmente se respira y como un valor que ha de encarnarse en los saludos, en las miradas, en las caricias, en las palabras, en las formas como se abordan y realizan las tareas, en los gestos y movimientos, incluso en algo tan concreto y específico como la manera de usar el lápiz o de guardar las cosas en la mochila.

Los niños se educan no con lo que decimos sino con lo que nos ven que hacemos y vivimos de manera natural, espontánea y habitual. Nuestro modo de presencia y la calidad de las acciones que derivan de ella configuran una “atmósfera” que el niño respira de manera continuada y que acaba incorporando casi sin darse cuenta. 

Hablar de incorporación  de las actitudes y valores es retomar y abordar de manera clara, precisa y consciente el cuerpo como el espacio por excelencia para el cultivo y desarrollo de la interioridad. Se hará necesario e imprescindible un cierto movimiento de traslación del foco de atención y del lugar habitual de trabajo, desde los papeles, ya sean libros, cuadernos o fichas y desde las pantallas, hacia el cuerpo del alumno.

Además de pintar y recortar la paloma de Picasso, de recitar poemas y cantar canciones sobre la paz,  de proclamar manifiestos y salir en procesión de paz, junto a todo eso, hemos de relajar las tensiones musculares de nuestros niños y jóvenes, ablandar sus ojos, devolverles a una respiración más profunda, vivir el trabajo cotidiano “sin prisas..... y con pausas”.A la paz por la pausa”.

También hay que pacificar los curriculums, los horarios y las metodologías. También las caras de los educadores han de ser espacios de paz, espejos transparentes de un alma serena, pacificada y enamorada de lo que hace. 

No se trata de abordar la paz “porque toca” el 30 de enero sino “dejarnos tocar por ella”, aquí, ahora, en cada instante, siempre.

¡FELIZ PAZ DE TODOS LOS DÍAS!


JOSÉ MARÍA TORO. Maestro. Escritor. Formador y conferenciante.
Autor, entre otros, de:
"Educar con Co-razón" (19ª ed.) http://bit.ly/2E9xt87
"La Sabiduría de Vivir" (4ª ed.)  http://bit.ly/2nRusOR
"Descanser. Descansar para Ser" (3ª ed.) http://bit.ly/2scCib8
"La Vida Maestra" (2ª ed.) http://bit.ly/2gY46JQ
"Mi alegría sobre el puente.Mirando la vida con los ojos del corazón" (2015) http://bit.ly/2GZKaAi
"El pulso del cotidiano. Ser-Hacer-Vivir-Realizarse" (2017)
publicados por la Editorial Desclée de Brouwer.

Ed. Walters Kluwer.

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