Elogio de la neuropoesía
F. JavierRomeu Soriano
Llevo muchos días queriendo escribir este post y la
vida no me ha dejado. Pero quizá todo sea para bien pues recomendar un nuevo libro de José María Toro es un deporte
de riesgo. Tendré que medir mis palabras.
Desde que conocí las cosas que este maestro (creo que
le pega más que profesor) va diciendo y escribiendo por ahí, y he empezado a
citarlo en todas partes, voy comprobando algo que intuí desde el principio: no
te deja indiferente. Algunas personas se adhieren rápidamente a mi entusiasmo.
Pero otras no lo denostan pero si lo encierran en el “cuarto de los
conferenciantes y escritores inspiradores” Es una especie de muy chulo, muy
bonito pero irreal, poco práctico, para una charla, para motivar pero no para
el día a día.
Y aunque me viene la frase extraída de una novela de
Dostoievsky que dice “sólo la belleza salvará el mundo” no quiero
hacer un alegato sino argumentar.
No cuestiono que el conocimiento científico, incluso
en las ciencias sociales o humanas, tiene sus métodos o procedimientos para
garantizar su fiabilidad. Pero, si repaso todo el bagaje que tengo en la cabeza
a la hora de enfrentar el trabajo de cada día, nunca viene a mi cabeza una
tesis doctoral o un libro académico.
Porque de igual manera que ahora sabemos que los
recuerdos se fijan la mayoría de las veces por la carga emocional de la
situación vivida, habrá que darse cuenta de que las ideas que nos mueven no han
llegado a esa potencia en nuestras vidas solamente por el raciocinio.
Y no me refiero sólo a nuestras ideas políticas,
religiosas, sociales… que ya se encargó Joaquín Sabina de dejarlo clarito en
una entrevista cuando confesaba que sabía que no tenía argumentos para defender
la fiesta de los toros y que, probablemente, la misma acabaría desapareciendo,
pero que a él lo llevaba su padre siendo pequeño y no podía dejar de gustarle.
Me refiero a esas ideas exclusivamente teóricas pero
que se fijan en tu mente por LA EMOCIÓN QUE PRODUCE LA MANERA EN QUE
TE LAS HAN TRANSMITIDO (sí, las mayúsculas son aposta)
Pondré algunos ejemplos. Boris Cyrulnik es un maestro
de decir cosas científicas o racionales pero “de otra forma”. Como cuando
dice algo así (perdonad que no pierda tiempo en buscar las citas) como “las
palabras son trozos de afecto que a veces transmiten algo de información” O
cuando se refiere al abuso sexual como “una estafa moral” o resume el
apego seguro como “Quiéreme para que tenga el valor de abandonarte” No
soy capaz de retener una definición ortodoxa del apego, del abuso sexual o de
los significados implícitos del lenguaje. Pero estas tres expresiones y otras
muchas me acompañan siempre y están ahí para orientarme en mi trabajo y en mi
vida. Cyrulnik aprende y luego destila la esencia de su conocimiento usando
expresiones casi o totalmente poéticas. De la misma manera que tuvo que
destilar el relato de su propia historia en 40 años de investigación o
reflexión científica.
El padre de una superviviente del holoausto que
sale en un documental sobre Alice Herz-Sommer le decía de pequeña “Mete
ideas en tu cabeza porque eso no te lo podrán quitar nunca”. Pero no seamos
ingenuos: el lenguaje científico a pelo no penetra fácilmente (excepto en los
científicos) El resto de los mortales necesitamos vaselina. Y esa vaselina está
en la literatura, en la narración y en la poesía con todos su recursos. Sin esa
vaselina el conocimiento se quedará en las estanterías, en las librerías o en
la red.
No es lo mismo decir “La actividad de la corteza
pre-frontal permite controlar los impulsos de la amígdala que es el
órgano de la emoción” que decir “Cerebro que no se ve, corazón que
no se sienta” Y aún reconociendo que la segunda, que me la he inventado yo
mismo, no es un dechado de alta literatura, es más fácil que en el día a día te
acuerdes de la segunda que de la primera. Simplemente porque te sorprendió, te
hizo gracia… TE… Por minúscula que sea la emoción seguro que es mayor que la de
la primera.
Así que no hay que confundir lenguaje con
cientificidad.
Si eres profesional de la relación de ayuda (excepto
quizá de la medicina y sus distintas especialidades) y utilizas expresiones
como programación, planificación, objetivos, intervención, coordinación,
trabajo en red, apoyo social, interpersonal, autoestima, técnicas, recursos,
etc. parecerás un profesional serio.
Pero si usas palabras como encuentro, dar, recibir,
mirada, acompañar, reconocer, corazón, querer, vocación… serás relegado al
rincón de los meros inspiradores, de los juglares de lo social, la educación o
la psicología.
Porque nos han vendido la cabra de que no sólo hay que
ser rigurosos en nuestro trabajo sino parecerlo. Y a veces, sin embargo, es más
serio quien no lo parece. Quien no se protege tras un muro de términos
especializados.
Creo que necesitamos nuevas generaciones de
profesionales inspirados, simplemente para que ellos y ellas puedan expirar en
el día a día. Profesionales que se hayan formado (cogido forma) con la emoción
de su trabajo y no con la razón de su metodología o sus datos.
No es una postura romántica. Es una realidad encarnada
en el día a día. Tan real como que a M. mi niña de casi 13 años no la sacará
adelante un profesor o profesora para quien ella es “la suma de las notas de
los controles más la lista de incidencias apuntadas en la plataforma digital”.
M. saldrá adelante gracias a, como dicen los de Dando vueltas, la “mirada
apreciativa” de su tutora.
Por todo ello recibo con alegría la noticia de un
nuevo libro de José María Toro. Que no por poeta deja de ser profesional, como
Oliver Sacks no deja de ser un reconocido neurólogo simplemente porque
convierte los casos en historias. Porque como decía, creo que Foucault, ya nos
encargamos en su día de convertir la historia de las personas en casos. Nos
convenía.
José María habla y escribe de cosas reales y
concretas. Otra cosa es que hayamos perdido el rumbo. El recurre a la emoción
(al corazón) para volver a la sensatez. Otros venden datos y métodos que nos
llevan a la locura.
Como esas aulas cada vez más frecuentes donde los
profesores y profesoras ya no les ven la cara a sus alumnos y alumnas pues
están a la otra parte de un Ipad (curiosamente casi siempre de la misma marca).
Y lo digo yo que soy un “friki” de los “gadgets” tecnológicos.
Quien relega a Toro al rincón de los conferenciantes
posiblemente es porque esté quemándose ya en el horno del sistema. Y dicho sea
de paso, igual de serio, aunque no lo parezca, es decir “burn-out” que “el
cansancio de los buenos” como acuñó Roberto Almada. Como no es lo mismo decir
“familia multiproblemática” que “familia con muchos problemas” como le oí decir
a Jorge Barudy.
Tengo una compañera que trabaja en lo social y en su
tiempo libre y en secreto escribe y lee poesía social. Y como sé que a veces me
lee le diría: ¿Y si hicieras poesía en y de tu trabajo?
Así que te podrá no gustar José María Toro. No es
ningún problema. Para gustos los colores. Siempre y cuando no dudes de que el
verde es igual de color que el rojo.
Con todos los respetos.
26 de febrero de 2015 por F. Javier Romeu Soriano
Publicado en su blog Diseñando pasados Recordando futuros. La relación de ayuda desde el fenómeno de la resiliencia
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