Uno de los autores que he descubierto recientemente asegura que "el ritmo alterado en el que se mueve nuestra sociedad está configurando niños alterados". José María Toro es quien firma esta aseveración en un capítulo de su libro "Educar con co-razón" que ha llamado "Lentificación, silencio y paciencia". Toro ha escrito otros libros en los últimos años, pero este, que editó por primera vez en 2005, es su libro estrella, del que se han publicado reediciones todos los años desde entonces. Este mío es del año pasado.
José María Toro es maestro. Ahora en excedencia voluntaria porque se dedica a ofrecer charlas y talleres sobre su forma de impartir y enfocar la educación. El suyo me ha parecido un libro que rebosa sensibilidad por los cuatro costados y, sin tratar de convencer, comparte alternativas educativas para docentes y padres y madres que buscan respuestas a los muchos y profundos interrogantes que la difícil tarea de educar les plantea día a día. Para Toro, "ser maestro es algo más que enseñar". Le gusta "jugar" con las palabras. Que se entienda "jugar" en el mejor sentido del término. Me refiero a ese intercambio que hace de letras o sílabas, o a ese guion que intercala en medio de un vocablo, buscando la raíz etimológica o tratando de mostrarnos que las palabras encierran en su escritura misma, en su expresión escrita, todo un universo de sentidos. Para entenderlo bien, es mejor leerse el libro.
En el capítulo que expongo al principio, cuenta que "poco a poco" fue aprendiendo a "no tener prisa", y cómo fue haciendo "el ritmo de la clase más lento". Él lo denomina "lentificación", un "ritmo sostenido, relajado pero intenso". Y asegura que "lentificar la dinámica no significó una reducción o un empobrecimiento del nivel o la intensidad con la que se desarrollaban las actividades" con sus alumnos, sino que más bien ocurrió todo lo contrario.
Hay un interesante experimento mostrado en un vídeo titulado "La creatividad y los niños" que puedes encontrar en Youtube. Los autores explican que sus clientes les preguntan cómo trabajar más en menos tiempo y ellos les envían este vídeo. A un grupo de niños y niñas se les pide que completen el dibujo de un reloj del que solo se ven las manecillas y poco más, y que lo hagan en solo diez segundos. Luego se les pide que dediquen al dibujo diez minutos. Este último resultado nada tiene que ver con el anterior. Los primeros dibujos simplones se convierten en un derroche de imaginación en formas, colores y detalles. La conclusión de los investigadores es que "la creatividad no está inspirada por la presión del tiempo, sino por la alegría de la libertad y la diversión". Es decir, sin presión, somos creativos. Las prisas nos mutilan las nuevas ideas.
No sé bien a consecuencia de qué son estas prisas no ocasionales que padecemos y contagiamos. O quién fue el primero en poner en valor nuestras agendas repletas de tareas y nos dijo que esa era la única forma de aprovechar el tiempo. Cómo fue que perdimos el sentido y la necesidad de la pausa, de la paciencia (o "ciencia de la paz", como la llama Toro) o el descanso. Qué convirtió el resultado en obsesión y el agobio en tirano.
Lo que empiezo lentamente a entender es que tomar el tiempo necesario no es ya una cuestión de salud, que también, o de vivir mejor, que también. Es la forma de ser creativos, incluso intensamente creativos. Ya sea para inventar buenas ideas o para encontrar salida a los conflictos. Es la forma, qué paradoja, de ganar el tiempo mismo.
ROCÍO CELIS
@rociocelisr cuentasconmipalabra.com
ENLACE RELACIONADO.
Elogio de la lentitud. Pará y no Corras del tanto. http://bit.ly/VA9xge
No hay comentarios:
Publicar un comentario