SABER RECIBIR.
Ya se dijo: “es más importante dar que recibir”.
Pero no pocas veces es más importante “saber recibir” que dar.
Nuestro modo de dar va a depender de nuestras maneras de recibir.
Saber recibir implica reconocer las propias limitaciones, oquedades, necesidades y carencias así como la suficiente humildad como para dejarse ayudar, regalar, satisfacer o llenar por otros.
El orgulloso o prepotente no sabe recibir porque no sabe qué necesita o de qué carece.
Dar nos colma porque uno siempre se atiborra, rebosa de aquello que ofrece o entrega.
Es una felicidad poder dar y es sabiduría saber dar en el momento justo, de la manera precisa y adecuada a quien realmente lo necesita y puede hacer un uso responsable y constructivo de aquello que se le entrega.
Solemos asociar la generosidad al hecho de dar, pero aún mayor es la que encierra el gesto de recibir: cuando permito que otro me dé, estoy permitiendo que goce con su ofrenda, que se realice en su ofrecimiento, que se llene de lo que me entrega.
Saber recibir es saber abrirse, tornarse disponible y receptivo.
Saber recibir es un movimiento especialmente hermoso en la coreografía de la humildad porque sólo los humildes saben recibir, agradeciendo.
Sabe recibir quien sabe agradecer.
Es desde este agradecimiento, que surge de sentirse regalado por la vida, que brota espontáneamente y de manera natural el deseo sincero de corresponder a tanta generosidad dando algo a cambio.
El dar que sigue al recibir no es ninguna obligación y no responde a un mero “ajuste de cuentas” sino que se convierte en un anhelo del corazón, es un impulso amoroso, en un gesto de justicia poética y en un movimiento de armonía cósmica.
JOSE MARÍA TORO
(Del libro LA SABIDURÍA DE VIVIR, 3ª ed. Desclée.2008)
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