Un blog para compartir latidos de entrega a la Vida y, más específicamente, a la tarea más noble y de más alta responsabilidad: EDUCAR.
Una puerta que se abre para adentrarnos en el reconocimiento de lo que nuestro Corazón ha sabido siempre.
OTROS LIBROS COLECTIVOS EN LOS QUE PARTICIPA JOSÉ MARÍA TORO.
Coautor de: MAESTROS DEL CORAZON. Hacia una Pedagogía de la Interioridad.
Ed. Walters Kluwer.
Coautor de: OTRA PEDAGOGÍA EN MOVIMIENTO. "Dialogando con la experiencia en la formación inicial". Universidad de Almería 2018
Coautor de: HACIA UNA TEOLOGÍA DE LA INTERIORIDAD. PPC 2019
CARTA ABIERTA AL AMOR. Carta a los Enamorados del Amor.
Feliz día de San Valentín, para reenamorarnos de la Vida y renovar nuestra entrega a las personas que amamos.
Puedes acceder al TEXTO DE LA CARTA y a una edición anterior del vídeo en:
http://bit.ly/12Mfmv3
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"Si me buscáis, buscadme en el silencio, en el silencio de vuestro corazón. Ahí me encontraréis..."
Con motivo del aniversario del paso de nuestro querido y entrañable
padre Moratiel a la otra orilla del Gran Silencio el 12 de febrero de
2006, comparto ahora, 16 años después la carta que escribí a los pocos días de su fallecimiento.
Querido Moratiel:
Sé que tú no necesitas
palabras, cartas ni reflexiones. El silencio fue tu cuna y ahora es tu regazo.
Tal vez sea yo, tal vez seamos nosotros, todos cuantos tuvimos la dicha de
conocerte, los que las necesitamos.
Las palabras pueden
suavizar el dolor de una pérdida tan sentida, la ausencia de una presencia tan
querida.
Continuamente me
animabas a escribir; ahora escribo para calmar mi propio ánimo y encauzar un
duelo en el que la carne recurre al don de las lágrimas para poder cultivar en
ella la flor de la aceptación.
Lloramos, mas no por ti,
que no has hecho sino ahondar aún más tu silencio, iluminar aún más tu luz,
intensificar aún más tu sonrisa.
Lloramos por nosotros,
que te hemos perdido de nuestro lado.
Nuestras lágrimas brotan
tibias y nos reconfortan el alma porque, en verdad, ni tú te has ido ni
nosotros te hemos perdido.
Estás más presente que
nunca, te tenemos más cerca que nunca. Porque estás, todavía si cabe, más
adentro.
Ya no estás a nuestro
lado, ahora te sentimos dentro. Y lo mejor todo, para siempre.
Con la suavidad de quien
no se impone, sino que se ofrece generosa y amorosamente, has calado hasta lo
más hondo de todos los que te conocimos, te amamos y te seguimos amando.
Tú, como tu Dios
querido, eres tan “grande” que sólo cabías y te encontrabas a tus anchas “en lo
pequeño”.
En una sociedad que
busca y santifica “lo grande” (papas grandes, grandes emperadores, grandes
almacenes, grandes inversiones y ganancias, ...) tú nos has mostrado el rostro
de un Dios “pequeño”, y por eso mismo, accesible y amable.
Tú, “un hombre bueno de
Dios” no has hecho sino manifestarnos a un Dios que es bueno y que sólo desea
lo bueno que cada uno necesita.
Tú, profeta silencioso
del Silencio, nos regresaste al paraíso de nuestro propio corazón.
Tú, paloma del Silencio,
traías en tu pico la rama de una paz indescriptible. Y en ella seguían
creciendo, mil y una hojas, con nuestros nombres y apellidos.
Apenas hablabas, y nos
lo decías todo.
El simple movimiento de
tus manos, comentando versos del Evangelio, era toda una danza sagrada en la
que “otra conciencia”, “otro espíritu” revoloteaba teniendo por alas tus dedos.
Tu risa picarona, de
niño travieso e inocente, nos reavivaba en la escucha atenta de leyendas
cargadas de amor, humor y sabiduría.
Sólo tus manos......
moviéndose al compás de la música del silencio de tu alma;
sólo tu sonrisa......
dibujándose en el lienzo de tu cara como un horizonte bañado por cientos de
soles emborrachados de crepúsculo; sólo tus manos y tu sonrisa........ nos
bastaban para entregarnos de nuevo, incondicionalmente, a cada hora de
meditación en el silencio.
Era tu silencio el que
nos animaba y nos daba fuerzas para atravesar los umbrales de la tensión, del
malestar y del dolor físico, del cansancio, de las mil y una distracciones que
nos visitaban y querían acampar y adueñarse de nosotros.
Nos presentabas un
silencio austero, pero que nos colmaba. Nos adentrabas en un espacio y en un
tiempo sin adornos ni luminarias. Nos hiciste amar los caminos largos,
desabridos, sin atajos.... pero certeros.
Contigo no necesitábamos
inciensos, ni velas ni músicas.
Me hiciste comprender
que el Silencio es nuestro perfume, nuestra luz y la más sublime de las
melodías.
Nos abriste la puerta y
nos acompañaste lo preciso, ni un paso más; lo justo y necesario para poder
encontrarnos a solas con Aquél que Nos Ama Incondicionalmente.
Siempre te reconociste
“discípulo del Silencio”. Sólo es “maestro” quien se sabe y nunca pierde la
condición de alumno.
Y tú te dejabas instruir
y conducir por el Silencio. Y tu caminar fue trazando un camino que hemos ido
reconociendo como sendero propio.
Tu Silencio emergía y se
nos hacia tangible en tu presencia. El Silencio se hizo carne, cuerpo...... y
habitó entre nosotros.
Gracias a ti edificamos
un altar en nuestro corazón donde nos “ofrendamos” en silencio al Silencio.
Al principio era el
Verbo....... y al final será el Silencio.
El Silencio, como fuente
y culminación de toda palabra verdadera. La Quietud como alfa y omega de toda
acción auténtica y realmente transformadora.
Cada encuentro contigo
suponía una herida mortal para alguno de mis egos. ¡Qué regalo encontrarse
frente a un ser humano en el que sus egos descansan, reposan, duermen y mueren
en paz!.
Cuando estabas con
nosotros eras como “el sembrador de nuestros silencios”. Ahora te siento y te
vivo como sementera. Tú sembraste silencio, amor ha sido tu cosecha y nosotros
el dulce fruto que seguirá rociando con su dulzura los amaneceres de un mundo
tan falto de ternura.
Te siento dichoso,
Moratiel, paseando feliz y cuidando de tu huerto en el Paraíso. Sé que en él
has sembrado un jardín de rosas y que a cada una has puesto cada uno de
nuestros nombres. Contigo, todos sin excepción, nos sentíamos “rosas únicas”.
Nos domesticaste con el silencio y con tu presencia.
Y siento que Dios te
mira mientras tú nos miras. Y El también se sonríe, tanto que a veces la
emoción le desborda y le rebosa por los ojos. No, no es fácil ver a Dios
llorar.... de alegría. Y tú lo has hecho posible.
En cierta ocasión
escuché algo muy bonito: cuando una persona está ya en el cielo, cada vez que
alguien desde aquí abajo la evoca, la recuerda con un pensamiento, con un
sentimiento, con un recuerdo positivo, en torno ella se encienden hermosas
lucecitas de colores. Y estas luces le ayudan, le acompañan y le embellecen el
camino que aún sigue recorriendo hacia la Luz y el Silencio de Dios.
Tal vez por esto a veces
te imagino con unas enormes gafas de sol, muy oscuras, que te permitan ver
tanto destello de luz sin que tus ojos sufran.
Moratiel, siéntete
dichoso porque todos tus alumnos seguimos formando parte de un mismo racimo y
destilaremos el sabroso vino de nuestros silencios para emborrachar al mundo de
gozo.
Tú has sido el hilo que
ha enhebrado nuestros corazones en un mismo pespunte.
Nos sentimos más juntos,
más compañeros, más hermanos que nunca, contigo mirándonos y sonriéndonos
"desde la otra orilla de la Vida y del Silencio". Y tu recuerdo nos
une y nos eleva, como si la mano de Dios nos levantase en un remolino de
impresionante ternura.