La pandemia trajo consigo un confinamiento, así como la imposibilidad de los actos grupales y de las actividades consideradas como presenciales. Como consecuencia de todo ello se produjo un auténtico desarrollo y crecimiento de las dinámicas, los trabajos, las interacciones e incluso de la formación “on line”.
En el ámbito específico de la formación, a veces se quiere oponer e incluso enfrentar lo “on line” con lo “presencial”. Cada una de dichas posibilidades tiene sus valores, sus ventajas e inconvenientes, sus limitaciones y sus potencialidades, su cara y su cruz o sus luces y sombras.
Hay clases “presenciales” en las que se puede no estar presente, de la misma manera que, aunque estemos prácticamente rozándonos con alguien podemos estar emocional o afectivamente a años luz de ella.
Por otra parte, podemos vivir experiencias fuertes de conexión e incluso profundas de comunión a través de las pantallas, en la distancia y conectados a través de internet.
La formación "on line" permite que una formación pueda llegar a cualquier lugar y en cualquier momento. La universalización, la globalización y democratización del conocimiento es, sin duda, uno de los grandes retos recientes de la especie humana.
Lo “on line” no deja de referirse al modo, medio o canal de comunicación.
Creo y siento que lo esencial de la formación no está en los medios, en el cómo sino en los quienes, en los porqués y para qué y, muy especialmente, en el “desde dónde” se plantea dicha formación.
No se centra, ni sólo ni fundamentalmente, en la transmisión de contenidos ni en la adquisición de recursos, habilidades o técnicas, sino que propicia experiencias que remodelan, reconstruyen y recrean a toda la persona.
Una formación “trans line” no es para estar continuamente mirando una pantalla o pegado a un dispositivo electrónico, sino que se sirve de internet para llevar una propuesta experiencial que ha de vivirse en el propio cuerpo e integrarse en el cotidiano vivir.
Integra lo on line, ya que aprovecha sus infinitas posibilidades técnicas y su tremendo y peculiar alcance, con lo presencial, porque su sentido último es que lo esencial se haga presente, se actualice y se manifieste, ya sea en directo o en diferido, a través de las pantallas, encendidas o apagadas y en los cuerpos y corazones de quienes enseñan y aprenden.