Cada vez que tomo una
decisión, cualquiera que sea, marca un determinado camino, traza un recorrido
concreto.
Toda opción no es sino abrir
un sendero en medio de la espesura de las infinitas posibilidades que se nos
muestran. Con cada decisión tomada
creemos despejar el camino de las dudas, miedos e incertidumbres y nos adentramos,
a pesar de todo eso, si no con la certeza, si al menos con el deseo o la
esperanza de escoger lo mejor.
No creo en el masoquismo
como rasgo humano. Lo que sostiene la vida es el gozo y no el sufrimiento. El
masoquista no busca el dolor por sí mismo sino por el placer que aquél le proporciona.
Por esto mismo dudo que nadie haga algo desde la certeza absoluta de que es lo
peor para él.
Siempre vamos a tender a lo
mejor o más favorable para nosotros, aunque no siempre acertemos en el
reconocimiento de lo que ciertamente nos conviene.
Cuando tomo una decisión es
porque, desde el nivel de conciencia que en ese momento tengo, creo que es la
más adecuada y pertinente.
Muchas veces nos
autoinculpamos injustamente por las decisiones que tomadas tiempo atrás ahora
se pueden revelar o manifestar como erróneas.
Supongamos que hace unos
años tomé una decisión. A partir de ella inicié un determinado camino. Cuando
pasados unos años me paro y compruebo que he de cambiar de dirección, valorar
lo que se decidió entonces como una equivocación me parece un error, una
injusticia.
Simplemente porque cuando
decidí aquello y en aquel momento era lo que sentía como “mejor”.
Y si hoy hago una nueva
valoración y me encuentro en otra situación….. es gracias a todo lo recorrido a
partir de entonces. Sólo estoy en un determinado punto, momento o lugar por
todos y cada uno de los pasos que me condujeron hasta este aquí presente.
Si hoy ya no sigo viviendo
una decisión como acertada eso mismo me lanzará a una nueva decisión que abrirá
mi vida a nuevos senderos de cambio.
Una decisión nunca invalida
la anterior, simplemente la corrige, la sucede, la reorienta.
No puedo “condenar” el
pasado desde el momento presente ya que éste es hijo, deudor, consecuencia de
él.
Tal vez este tiempo vivido,
este espacio recorrido, estas vivencias que se han ido sucediendo… y que ahora
percibo, interpreto como una equivocación , no sean sino un error, es decir, un
puente que media entre mi inexperiencia
pasada y mi sabiduría presente.
Y compruebo que esta
aceptación y reconocimiento no hace sino adecentar y mejorar cada paso
presente.
Es entonces que también
puedo decir “amo cada paso que doy”
con la conciencia y alegría de saber que “puedo
cambiar de dirección”.
Es así como voy sintiendo
que todo gesto pasado es siempre redimido por el gesto presente que le
sucede.
José María Toro.
Del libro: LA SABIDURÍA DE VIVIR (4ª ed.)
Editorial Desclée de Brouwer.
JOSÉ MARÍA TORO. Maestro. Escritor. Formador y conferenciante.
Autor, entre otros, de "Educar con Co-razón" (19ª ed.), "La Sabiduría de Vivir" (4ª ed.), "Descanser. Descansar para Ser" (3ª ed.) y "Mi alegría sobre el puente. Mirando la vida con los ojos del corazón" (2015) publicados por la Editorial Desclée de Brouwer.
Coautor de: MAESTROS DEL CORAZON. Hacia una Pedagogía de la Interioridad.
Ed. Walters Kluwer.
FACEBOOK. "José María Toro Alé" https://www.facebook.com/josemariatoro
TWITTER: @josemariatoro
Canal Youtube: http://www.youtube.com/jomato1961
Autor, entre otros, de "Educar con Co-razón" (19ª ed.), "La Sabiduría de Vivir" (4ª ed.), "Descanser. Descansar para Ser" (3ª ed.) y "Mi alegría sobre el puente. Mirando la vida con los ojos del corazón" (2015) publicados por la Editorial Desclée de Brouwer.
Coautor de: MAESTROS DEL CORAZON. Hacia una Pedagogía de la Interioridad.
Ed. Walters Kluwer.
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